martes, 13 de noviembre de 2012

Comunicación para el desarrollo en tiempos de crisis.

El barco de la cooperación internacional al desarrollo se está hundiendo poco a poco. Ha chocado con este iceberg que hemos llamado crisis global y estamos dejando que el agua se cuele lentamente por las grietas del casco de flotación.

En estos momentos la Ayuda Oficial al Desarrollo se ha reducido en más de un 50%. Situándonos a niveles del  año 2003 y, por supuesto, alejándonos del compromiso de llegar al 0,7 o cumplir con los Objetivos del Milenio. España, en términos de administración central, autonómica y local, bate el record europeo en recortes en ayudas a la cooperación al desarrollo frente a otras realidades como la de Irlanda que, a pesar de estar rescatada, mantiene el 0,52% de su presupuesto.



Sin embargo, las reacciones en defensa de nuestro sistema de cooperación no se aprecian o no consiguen hacerse presentes en la opinión pública. Por el contrario, cada vez tienen más resonancia las afirmaciones que mantienen que no es momento de ayudar a otros cuando aquí no nos sobra y que primero resolvamos lo de aquí y que después ya veremos. El discurso de “no hay dinero” es falso.  Aumentamos el 30% del presupuesto del Ministerio de Defensa o simplemente si se persiguiera el fraude fiscal se recuperaría 90.000 millones de euros.

Desde nuestro punto de vista hay que recuperar la comunicación para volver tanto sobre la idea primigenia de la solidaridad como compromiso ético universal (que no distingue aquí y allí) como con la movilización ciudadana que demanda un nuevo mundo posible.

Una comunicación que recupere  su término latino “comunicare: poner en común”. Lo que implica la alteridad, la necesidad que exista otra persona. Y por tanto la capacidad de escuchar para empoderarnos. Una comunicación que conecte con comunidad. Ambas con la misma raíz latina: communis, o lo que es lo mismo: común, participando entre varios.  En  definitiva un nuevo modelo basado en una comunicación participativa, que contribuya pasar de la mera acción al activismo/compromiso, como instrumentos imprescindibles para el desarrollo humano y el cambio social.

De hecho, en los últimos años emerge con fuerza desde los movimientos sociales una clara conciencia de la interdependencia global.  Esta concepción de la solidaridad internacional supera el tradicional enfoque de sensibilización basado en el énfasis sobre diferencias Norte-Sur. Desde nuevas prácticas comunicativas tenemos la oportunidad de generar valor añadido sumando aportes de educación para el desarrollo, participación e incidencia para una ciudadanía que nos pide claves de interpretación de la desigualdad en el mundo y de los factores de exclusión y vulnerabilidad compartidos Norte/ Sur.

Por otro lado, la comunicación no puede limitarse a visibilizar la profesionalización del sector remarcando sus avances en transparencia y eficacia, si con esto se abandona la conexión con una base social y unos valores que justifican nuestra acción. El contexto de crisis está demandando una mirada que supere la propia preocupación sectorial o corporativa, que puede quedar limitada a los “dineros e intereses” y seamos capaces de reflejar y explicar el valor social de las organizaciones de solidaridad y de las políticas públicas de cooperación internacional.

Las instituciones sostenibles necesitan una base social amplia y estable, y propiciar una relación con ésta que no sólo se limite a la financiación concreta o a la acción puntual. Las organizaciones de desarrollo precisan activar su base social como difusores del cambio social y también como sensores de lo que la propia sociedad demanda y exige. La base social con que cuenten es uno de los aspectos más importantes de su legitimidad.

En este sentido,  los diferentes actores de la cooperación que  han conseguido  incorporar en su discurso el  enfoque de ciudadanía y justicia global, tienen además  ahora el reto de generar coherencia entre su práctica de alianzas y estrategias en el Sur con una propuesta de intervención social y movilización en el Norte.

Para ello, consideramos que la comunicación va a ser la herramienta fundamental. Una comunicación en clave de ciudadanía global que recupere su esencia optimizando los nuevos espacios de información y comunicación que nos brinda el mundo de internet y las redes sociales en el que se han roto las relaciones bidireccionales por relaciones multidireccionales. En  definitiva, un nuevo modelo basado en una comunicación participativa, que contribuya a pasar de la mera acción al activismo/compromiso, como instrumentos imprescindibles para el desarrollo humano y el cambio social.

Óscar Toro
Chema Moreno
Javier  Guzmán

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